Socios

Un siglo de amor por Vélez

El pasado 14 de enero, Irene Battistón, socia vitalicia de Vélez, cumplió 100 años y este miércoles recibió una hermosa sorpresa: Fabián Alberto Cubero la sorprendió en su casa para retratar un momento inolvidable.

Llegar a las 10 décadas de vida no es para cualquiera, mucho menos tarea fácil. Pero transitándola de manera sana, ordenada y sobre todo, repleta de amor, puede que el objetivo sea más alcanzable. Irene Battistón, oriunda de Belluno, a 80 km de Venecia, Italia; da fe de lo dicho.

El paso del tiempo la fue alejando de amigos y familiares muy queridos, por caso su esposo Alberto Pérez quien falleció en noviembre de 2003. Pero junto a ella siguen firmes sus dos hijos, siete nietos y cuatro bisnietos. Todos conforman una familia que vive para Irene, y ella les continúa brindando un amor inigualable como remarca su nieta Eugenia: "siempre nos recibe con los brazos abiertos como cuando éramos chicos. Y como buena tana, con un plato abundante de comida arriba de la mesa".

Entre las pasiones que logró que fueran su verdadero motor para cumplir 100 años, está el fútbol y puntualmente Vélez. Socia desde temprana edad, se convirtió en vitalicia. Parte de su entorno es de otro club pero ella les repite a sus íntimos, sobre todo a los bisnietos más chicos, Félix y Guadalupe, "hay que ser de Vélez"

Se ofrece locuaz, reflexiva y muy simpática. No puede trasladarse con facilidad aunque sí con ayuda de sus hijos. Así fue como logró bajar al hall del departamento donde vive en Caballito. Había sonado el timbre y tras identificar ella misma quién estaba del otro lado del portero visor, acudió a su encuentro. Fabián Cubero la esperaba con los brazos abiertos y su generosa sonrisa. Irene se emocionó, lo abrazó fuerte al Gran Capitán y compartieron un grato momento que refleja el video que ilustra la nota.

Una comitiva del Departamento de Marketing acompañó el encuentro para hacerle entrega a la homenajeada de dos camisetas de Vélez, merchandising oficial y un carnet magnético con los colores italianos, documento que certifica su condición de vitalicia. Claro, toda una vida detrás lo demuestra más fácilmente y entre sus recuerdos fortineros, Irene mostraba orgullosa su viejo carnet librito de socia (se le hizo entrega además de otro nuevo), y los pases a la pileta de la sede del año 1963.

Un siglo de gloriosa vitalidad transita Irene y espera con fervoroso deseo, y dada su condición actual de salud, vivir mucho más. Repite con humor que "no soy Matusalén" pero se la ve bien, rodeada de amor y envuelta en una bandera azul y blanca. Una de las socias más longevas de El Fortín quiere seguir disfrutando títulos y regando su presente de alegría. Condición indispensable, además de la salud, para haber llegado a los 100 años.