Junta Histórica

Victorio Spinetto, un señor a la medida de Vélez

El 3 de junio de 1911 nació Victorio Luis Spinetto, una referencia ineludible en la historia velezana. Jugador, técnico y formador de juveniles, Don Victorio dejó una huella imborrable en su vínculo de casi seis décadas con el Club.

Sus primeros pasos en el balompié los dio en Honor y Patria hasta que, cuando su familia se mudó a la Capital Federal, pasó a jugar en La Paternal.

Con la llegada del profesionalismo emigró a Platense, pero promediaba el segundo torneo de la nueva era cuando Don José Amalfitani lo convenció de incorporarse a Vélez Sarsfield, donde construyó una trayectoria inigualada, en las que fue centre-half, referente, goleador récord, Director Técnico, ejemplo para los chicos que surgían, maestro respetado, símbolo de la historia futbolística del Club.

Su debut se produjo el 7 de agosto de 1932 en un 3 a 0 sobre Ferro, y ya en su segundo partido convirtió el primero de los tantos goles que marcó para Vélez: fue mediante un tiro libre en el 2 a 0 frente a Quilmes del 14 de agosto. El entrenador de aquel plantel era José Luis Boffi, tal vez el primer caudillo velezano, quien había jugado en su mismo puesto y supo transmitirle toda su experiencia para transformarlo en el fiel y aguerrido sucesor que necesitaba dentro del campo de juego.

Aquel año Hugo Marini, periodista del diario Crítica, se refirió a la cancha de la calle Basualdo como un Fortín inexpugnable. Mucho tuvo que ver Spinetto con que ese mote perdurara en el tiempo.

Fue clave en la gran campaña de 1935, con un extraordinario 4ª puesto, y quedó en la historia como el primer defensor que convirtió 4 goles en un partido, todos en el complemento, suceso inolvidable que se concretó el 17 de octubre de 1937 cuando Vélez revirtió en el segundo tiempo un 0-2 contra Chacarita para transformarlo en un 5-2 con él como héroe indiscutido.

En 1938 fue transferido a Independiente, donde jugó solo 16 compromisos –aquellos donde era necesario aportar la personalidad que lo caracterizaba- y se consagró campeón, pero al año siguiente ya estaba de regreso en Vélez.

No fue feliz su despedida como futbolista, ya que formó parte del plantel que sufrió el único descenso de la historia. Su último partido con la V azulada sobre el pecho fue precisamente la derrota ante San Lorenzo del 22 de diciembre de 1940, la misma tarde de la escandalosa y turbia victoria de Atlanta sobre Independiente que sentenció aquella injusta e irregular pérdida de la categoría.

Sumó, en los 8 años en que defendió nuestra divisa, 219 presencias (210 por torneos regulares, 5 por la Copa Beccar Varela y 4 por la Copa Competencia), en las que anotó 47 goles.

Una grave lesión lo obligó a cerrar tempranamente su carrera con los botines y los cortos-intentó prolongarla en el ascenso con la casaca de Acassuso aunque solo participó en dos cotejos-pero permitió acelerar el inicio de su actividad como director técnico, en la que también se destacó enormemente y dejó un legado que aún hoy se mantiene.

A mediados de 1942, una vez más fue Don Pepe Amalfitani quien lo fue a buscar, esta vez para que asumiera como entrenador del equipo. Así lo hizo para permanecer en el cargo durante 14 temporadas consecutivas en las que, además de sembrar un camino ineludible para quienes lo sucedieron, se erigió en un espejo en el que todo fortinero debiera mirarse para entender realmente qué significa el sentido de pertenencia. Spinetto registra dos hitos fundamentales para en la vida deportiva de la Institución: Consiguió el Campeonato de 1943, que permitió el anhelado regreso Primera División, y el Subcampeonato de 1953, festejado casi como un campeonato, en tiempos en que -arbitrajes escandalosos mediante- la posibilidad de quedarse con el título estaba restringida a solo algunos clubes “poderosos”.

A partir de 1956 comenzó un periplo por distintos clubes, siempre aferrado a su pasión por la docencia futbolera, en el que tuvo pasos por Atlanta, Argentinos Juniors, Huracán, Racing y Ferro, pero cada tanto volvía a Vélez, como en 1958, 1961 y 1966, para no extrañar demasiado a la que era su auténtica casa. Dirigió al Fortín, a lo largo de sus distintas etapas, en la exorbitante cantidad de 625 partidos, con 246 victorias, 172 empates y 207 caídas, los que se suman a los 49 cotejos en la segunda categoría, de los que ganó 32, empató 10 y perdió 7.

Fue convocado para dirigir la Selección Nacional en dos oportunidades, en las que tuvo singular éxito aunque no continuidad. La primera en 1959, inmediatamente después del llamado “desastre de Suecia”, para afrontar el desafío del Torneo Sudamericano que se disputó en Buenos Aires, integrando un triunvirato junto a José Della Torre y José Barreiro: Argentina se adueñó de la corona.

En 1960 asumió por segunda vez, ahora en soledad, para el final de la participación en la Copa del Atlántico, pero principalmente con vistas a clasificar para el Mundial de 1962, otro objetivo cumplido por Spinetto, aunque finalmente esa última experiencia con la Selección terminó en renuncia por la pretendida intromisión de Raúl Colombo, presidente de la AFA, en la conformación del equipo.

En 1976, volvió definitivamente a Liniers para volcar toda su sabiduría en los chicos que llegaban al Club, y allí permaneció, junto a las divisiones menores velezanas, hasta su muerte, el 28 de agosto de 1990.

“Farmacia”, “Polvorín”, “Alemán”, “Tano”, recibió muchísimos apodos durante su vida, pero para los velezanos siempre será Don Victorio.

La magia de la evocación nos lo devuelve los sábados al mediodía, apareciendo en el sector de quinchos para presenciar los partidos de las inferiores, con su infaltable cuaderno de apuntes bajo el brazo y una sonrisa franca y sincera, extendida su mano para el saludo efusivo y cordial.

Aquel pibe que estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, ámbito acádemico que lo recuerda en su galería de celebridades con una frase que no hace otra cosa que pintarlo de cuerpo entero -“encarnó el respeto por el fútbol”-, el que llevaba al Fortín en la sangre, el que, rara mueca del destino, hasta en su nombre y apellido llevaba las mismas iniciales del Club, es un ejemplo que permanece más vigente que nunca.